Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

miércoles, 29 de marzo de 2017

Lo real

En este país
 ni chistes de curas, ni chistes de fascistas. 
Pronto estaremos escuchando Radio Pirenaica.

martes, 28 de marzo de 2017

Nosotros



Nosotros

Aquí edificaré mi casa,
alzaré las vigas frente al arroyo
en el que un día jugarán mis vástagos,
y mis ojos medirán, luego, la distancia
entre el horizonte y su ausencia.
Aquí edificaré mi casa,
junto al arroyo unos árboles
endulzarán en mis oídos
el vago peregrinar del aire.
Aquí edificaré mi casa,
y un bermejo sendero
anunciará el recodo
por el que se acercarán
los amigos algunas tardes.

viernes, 24 de marzo de 2017

Yolanda en el país de los estudiantes

Ayer tuve la oportunidad de ver el documental sobre Yolanda González, estudiante vasca y militante del Partido Socialista de los Trabajadores, asesinada en Madrid por pistoleros de Fuerza Nueva en febrero de 1980.
Yolanda tenía 19 años entonces. Los mismos que yo. Y su temprana muerte fue un aldabonazo para mi generación. En realidad, para aquellos que a finales de los años 70 comenzábamos a militar en la izquierda de este país.
Quizá sin querer, hasta entonces, éramos niños jugando a ser hombres. Pero en aquella época mataron a los abogados de Atocha, la policía disparando al aire mataba estudiantes que apenas volaban, Y también mataron a Yolanda.
Entonces supimos con dolor que pensar en rojo no era ningún juego.
Muchas gracias emocionadas, donde esté, a Isa Rodríguez por hacer posible este documental. Y también a Marianella y Miguel por difundir la memoria y la verdad. 

jueves, 23 de marzo de 2017

La Matinada




"Que volem aquesta gent...?". ¿Quién es esta gente que llama de madrugada?
Esta mañana en el centro de rehabilitación en el que me tratan la lesión de tobillo sonó esta canción como música de ambiente, y uno de los profesionales le preguntó a un aprendiz de 20 años, como mucho, si sabía quién era la intérprete. Por supuesto el chaval no tenía ni idea de quien era María del Mar Bonet. Y desde luego tampoco le hablaron del significado de una canción con tal nivel de dramatismo. 
La verdad es que por un momento estuve tentado de explicarle que hay un tiempo de este país (y de otros) en el que los estudiantes como él volaban por los huecos de las escaleras o tenían la dudosa facultad de desaparecer en noches de ogros y tristeza; y que los guardianes del régimen madrugaban mucho.
Pero, ¿para qué?, si no tengo el día.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Jorge Teillier, el sol, la primavera y la poesía

El pasado domingo tuve la oportunidad de leer algunos poemas en la fiesta de primavera de la Calle del Sol. Fue algo que me hizo ilusión. También me gustó esta fotografía. Son cosas que pasan a veces (parece mentira, pero lo de menos es la Revolución Rusa). 
Acabé mi intervención con un poema de Jorge Teillier que me emociona cada vez. Y supongo que en eso consiste el poder transformador de la poesía (al menos para mí). 
Así que hoy, pasada la artificial celebración del Día de la Poesía (no deja de ser curioso que se quiera identificar la poesía con la primavera), y que ésta regresa impoluta a sus cuarteles de invierno y, de paso, a la resistencia, me apetece emocionarme otra vez con...

RETRATO DE MI PADRE, MILITANTE COMUNISTA

En las tardes de invierno
cuando un sol equivocado busca a tientas
los aromos de primaveras perdidas,
va mi padre en su Dodge 30
por los caminos ripiados de la Frontera
hacia aldeas que parecen guijarros o perdices echadas.

O llega a través de barriales
a las reducciones de sus amigos mapuches
cuyas tierras se achican día a día, 
para hablarles del tiempo en que la tierra
se multiplicará como los panes y los peces
y será de verdad para todos.

Desde hace treinta años
grita "Viva la Reforma Agraria"
o canta "La Internacional"
con su voz desafinada
en planicies barridas por el puelche,
en sindicatos o locales clandestinos,
rodeado de campesinos y obreros,
maestros primarios y estudiantes,
apenas un puñado de semillas
para que crezcan los árboles de mundos nuevos.

Honrado como una manta de Castilla
lo recuerdo defendiendo al Partido y a la Revolución
sin esperar ninguna recompensa
así como Eddie Polo -su héroe de infancia-
luchaba por Perla White.

Porque su esperanza ha sido hermosa
como ciruelos florecidos para siempre
a orillas de un camino, 
pido que llegue a vivir en el tiempo
que siempre ha esperado,
cuando las calles cambien de nombre
y se llamen Luis Emilio Recabarren o Elias Lafertte
(a quien conoció una lluviosa mañana de 1931 en Temuco,
cuando al Partido sólo entraban los héroes).

Que pueda cuidar siempre
los patos y las gallinas,
y vea crecer los manzanos
que ha destinado a sus nietos.

Que siga por muchos años
cantando La Marsellesa el 14 de julio
en homenaje a sus padres que llegaron de Burdeos.

Que sus días lleguen a ser tranquilos
como una laguna cuando no hay viento
y se pueda reunir siempre con sus amigos,
de cuyas bromas se ríe más que nadie,
a jugar tejo, y comer asado al palo
en el silencio interminable de los campos

En las tardes de invierno
cuando un sol convaleciente
se asoma entre el humo de la ciudad
veo a mi padre que va por los caminos ripiados de la Frontera
a hablar de la Revolución y el paraíso sobre la tierra
en pueblos que parecen guijarros o perdices echadas.

                                                            
                                                                       Jorge Teillier 

martes, 21 de marzo de 2017

Un bardo con cresta


Amanece el Día Mundial de la Poesía con los gorgoritos de este gallo malaje que ha tomado al asalto el techo de mi furgoneta como atalaya. Y ahí sigue. No tengo muy claro si es que avizora en lontananza los escuadrones de lectores que se acercan a galope tendido o que en cualquier momento me va a avisar de una invasión de poetas malditos o de malditos poetas (que de todo hay en este Parnaso pecador). Por si acaso tomaré precauciones y me refugiaré en la trinchera. Tal vez cenemos gallo.

lunes, 13 de marzo de 2017

Cigüeñas en el norte


No es lo habitual, pero a veces sucede.
Lo normal es que estacionen más al sur, buscando el calor en territorio de la meseta. Sin embargo estas cigüeñas construyen su casa cerca del mar. Aquí, en este norte desacostumbrado.

jueves, 9 de marzo de 2017

Paisaje de Escalante



Hace bastantes años el Museo de Arte Moderno de Santander me pidió que "alucinara" con un cuadro de sus colecciones y me apeteció alucinar con un paisaje de mi pueblo perteneciente al artista Gerardo de Alvear. La cuestión fue un poco complicada, parece ser, porque esta pintura yo la recordaba de una visita que hice de niño al museo pero, en las fechas en las que había de celebrarse la alucinación (año 2005), este cuadro ya no se encontraba en el recinto del museo, sino en el despacho del alcalde de la ciudad. Total, que mi alucinación hubo de hacerse ante una reproducción del cuadro y no ante el cuadro original. No sé qué les hubiera costado...
Bueno, que tampoco sé la razón por la que ahora me acuerdo de todo esto. Supongo que se tratará de algún arrebato de nostalgia. La infancia recobrada y todo eso.

Aquí va la alucinación:

Paisaje de Escalante
Desde luego, el hombre que mira el cuadro ha tenido ya, en sus suficientes años, la oportunidad de observar otros paisajes. Ha transitado por sendas impensables. Se ha asomado al vacío. Ha mirado en los ojos de otros. Ha leído en las enigmáticas líneas de muchos horizontes. Y ha sentido vértigo. Pero sobre todo, se ha sentido desnudo y frágil en la inmensidad insondable de las historias de los hombres. Por eso, el hombre que ahora mira el cuadro, viendo un paraje ciertamente familiar, siente que le falta algo, algún detalle que no parte del sentimiento ni de la mano que un día sostuvo el pincel y aplicó los colores cercanos de la bruma y de la melancolía. 
El espectador intuye que es en su destino errático donde se encuentra la llave, ese no amoldarse a su pesar a ningún lugar, a ningún espacio. Y por ello se reconoce inquieto ante las claves de su origen que, sin saberlo, un pintor en un tiempo lejano dejó impresas en la tela. 
El hombre que mira el cuadro piensa que su tierra en él es fría y silenciosa. Pero, tal vez, esa percepción tan subjetiva tenga que ver con su estado de ánimo. También cree que a todo paisaje le falta la vida si no están sus habitantes. No obstante, de nuevo debe exculpar de su propia negligencia al autor de la obra, puesto que es necesario admitir que su tierra, aún fría y silenciosa, ha sido retratada a la manera ideal y con la delicadeza de un nuevo Brigadoon, que puede desaparecer para siempre al mínimo descuido. 
Quizá atravesado por ese miedo, el hombre que mira el cuadro se esfuerza en estos momentos en adivinar todo lo que hay en su interior. O quizá el desasosiego y ese deseo imposible de ni siquiera parpadear se deban al temor de perder para siempre las raíces en medio de un sueño o de un recuerdo. 
Sea por lo que sea, aunque sin querer, el hombre parado frente al cuadro, acaba por recordar y se imagina, mucho más joven, casi un niño, apoyándose en una vetusta bicicleta azul y contemplando la misma imagen, tan real, casi desde el mismo ángulo que el pintor años atrás. 
Ve a lo lejos Montehano, esa singular elevación cónica que se aprecia a la izquierda, y que en su recuerdo ya tiene las cicatrices de la cantera fruto de la voluntad de los hombres. También el monte sigue guardando aquellos nidos de ametralladoras que debieron flanquear mucho antes una controvertida retirada de “gudaris” hacia Santoña. Montehano entre la niebla es un monte mágico (ya lo fue para los romanos) que ha acompañado con el sigilo de los amantes fieles las vidas y las muertes de la gente de este pueblo.
Al pie del monte se encuentra la marisma. Ni a mar llega. Y por que no llega el mar, se hace difícil entender en estos días que haya quién piense que antiguamente hubo aquí unos astilleros que pudieran ver surgir a la Nao Santa María. Lo que sí es cierto es que el hombre que mira el cuadro, cuando era niño, deambuló mucho con su padre por estos lares con balsa hasta las rodillas, con un ojo puesto en la búsqueda de cámbaros, almejas, ostras, chirlas y muergos, y el otro en las orillas por si se veía venir algún coche de la Guardia Civil. También en este mismo lugar supo por Paco el portugués, un vecino inflamado por la nostalgia, que esas mismas almejas que atrapaba escarbando el fondo con un rastrillo y un cesto, y el agua hasta el pecho, eran en su tierra gordas como puños. Y que las codornices que  a veces se soltaban por los prados del pueblo para disfrute de cazadores, eran en Portugal, cuando se echaban a volar, como una nube que tapaba el cielo. El niño, ya para entonces bastante incrédulo, no por eso dejó de apuntar en su memoria que aquel del que hablaba Paco, su tierra abandonada por quién sabe qué razones, era un buen destino como inicio para quien quisiera emprender el vuelo, al igual que las codornices. 
El hombre que  en su memoria es todavía un niño apoyado en su bicicleta, de pronto advierte que en el cuadro, delante de la Iglesia, no está pintado el cementerio. Y ese lugar es, sin duda, un elemento imprescindible en esta fantasía, en este regreso. Pues es ahí donde reposan sus ancestros, aunque tenga la esperanza también de que ese espacio robado al sueño no aguarde todavía por él. Cualquiera sabe el derrotero de su pobre humanidad. A veces ha paseado por ese camposanto olvidado sin ánimo malsano. Solamente por el placer de la soledad.
Allí se encuentra su abuelo paterno, que murió un mes de agosto en plenos festejos patronales mientras afuera, a escasos metros, sonaba la música dicharachera de los caballitos. Su abuelo que volvió de Cuba casado con su abuela, un montón de libros y una maleta de madera con herramientas de carpintero. Un abuelo que apenas conoció, salvo por las pequeñas notas que fue sembrando por las páginas de aquellos libros, sin intuir siquiera la recolección que su nieto, adornado por la misma afición a la lectura, habría de realizar muchos años después.
En ese mismo cementerio descansa su otro abuelo, que al igual, pero al contrario, que en los versos de León Felipe, éste perdiera una batalla. ¡Que pena!. Un abuelo que, según decía con abundante sorna, fue el primero de la familia en entrar en la Universidad, cuestión plausible y de harto mérito para un humilde labrador si no fuera porque pasó una buena temporada prisionero en la Universidad de Deusto cuando cayó el Frente del Norte en la Guerra Civil.  
Muy cerca de estos abuelos se encuentran sus esposas, las abuelas, mujeres fuertes y estranguladas por ese tiempo tan mohíno y tan gris que tocó vivir, y del que el hombre que mira el cuadro, a pesar de añoranzas y de nostalgias pasajeras, se arrepiente la mayoría de las veces, pues no en vano su infancia transcurrió dentro de esa niebla mefítica que alardeaba de la mediocridad reinante y que señalaba con dedo acusador mientras ordenaba lo que se debía pensar y lo que era necesario no decir.
Por eso el hombre vuelve a ser niño por un momento, solamente por un momento, para rememorar las burlas del hijo del cabo de la Guardia Civil, virrey en la plaza del pueblo con su guerrera verde y su tripa gorda. El hijo del cabo, enseñado a despreciar todo lo desconocido, disciplinado en la arrogancia del poder beodo, entronizado por otros muchachos del pueblo que, acunados por el miedo, eran los cantantes de aquel coro de bufones empeñado en herir a un niño de ciudad que regresaba todos los veranos al pueblo de sus padres.
El hombre que mira el cuadro solamente recuerda un momento de triunfo infantil, pero que le sirve para sonreír, cuando aquella pandilla de brutos retadores, saliendo del ámbito de la fuerza física, decidieron que  puesto que eran más fuertes también sabían más que él. Por eso recuerda con satisfacción la cara de todos cuando sacó a relucir el nombre de dos afluentes del río Ebro, que sonaban a chino mandarín en medio de aquella plaza. Vivan por tanto, para este hombre maduro ya, por los siglos de los siglos, el Noguera Ribagorzana y el Noguera Pallaresa.     
El hombre, que aún continúa mirando el cuadro, aunque percibe íntimamente que ya va siendo hora de correr la cortina y regresar a otros paisajes, sigue pensando que hay en él un panorama familiar y desconocido a la vez, y piensa con desconfianza que una alucinación como la que le han solicitado, y a la que se ha entregado demasiado descuidadamente, cuando no es una imperceptible visión del pasado, es, tal vez, un indeseable recuerdo de lo que vendrá.


miércoles, 8 de marzo de 2017

No disparen a la prensa

Ya es casualidad que no sea la autocensura impuesta o la precariedad de los puestos de trabajo, o el adocenamiento en las redacciones convertidas en cadenas de montaje, o las llamadas intempestivas desde cualquier despacho gubernamental por un quítame allá esa coma, o las purgas selectivas por razones ideológicas, o las reuniones personalizadas y a puerta cerrada para amedrentar al que está dentro y a los que están fuera. Ni siquiera la publicidad institucional o la de las grandes corporaciones que quitan o ponen rey.
Ya es casualidad, hombre, que sean los de Podemos los que acojonan.
  

lunes, 6 de marzo de 2017

Vacío


Se han quedado los pasos suspendidos,
aunque si escucháramos, a tenor de sus huellas, 
serían huecos y altisonantes,
como de un pasado leve y cercano. 
Como las conversaciones y las músicas que se detenían
a veces sobre los papeles de una mesa
o buscaban refugio en cajones y anaqueles
que ahora no existen
y para los que la palabra "mañana" es un misterio.
Podría decir "silencio" o "lluvia"
y no estaría mintiendo. Podría decir "vacío"
pero todo es transitorio.